Me quedé con su sonrisa de cal y esa pizca de luz que me hizo soñar de nuevo

El corazón tiene cuerdas que es mejor no hacer sonar. Charles Dickens.

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jueves, 26 de enero de 2012

Página 61. Falsas Mentiras

Retrocedí unos pasos aun sosteniendo su mirada en mis ojos y salí corriendo a la habitación, cobarde pero con el corazón todavía más roto. Escuchaba sus pasos y su voz tras de mi gritando mi nombre y pidiéndome que parase, pero no oía nada, entré rápida y cerré la puerta justo en el momento en el que Noam llegó, me fallaron las piernas y me quedé allí tirada en el suelo con la cabeza apoyada en la puerta, escuchándole.
-Alex por favor, te lo suplico ábreme puedo explicarte que hago aquí de verdad, no soy como ellos, yo te q...
-No lo digas- le susurré.
-Te quiero.
-Por favor, vete – le pedí mientras mi voz se rasgó y las lágrimas comenzaron a hacerse conmigo.
-No llores...
Pero el sonido de mi triste corazón le contestó y tras un suspiro, oí sus pasos alejarse. Mientras yo seguía buscando un consuelo en alguna traza de la madera del suelo, viendo como las lágrimas llegaban hasta mis labios. Noam, el chico de la sonrisa cautivadora, el chico que me arrancó la risa en tantos momentos, él, sumergido de pies a cabeza en todo lo que a mí me ocurría. ¿Hasta qué punto me quiso? O mejor dicho ¿hasta qué punto había intervenido en lo que me había pasado?
Me tendí en la cama e hice caso a mi padre, me dormí y descansé un poco, lo que pude, ya que cada media hora se me desvelaba el sueño. Cuando me desperté del todo, la noche ya había abrazado a ese extraño lugar. Me levanté e intenté abrir la puerta pero parecía tener el cerrojo echado, por fuera. Suspiré, supuse que era normal, no me iban a dejar la puerta abierta para que tranquilamente me fuese de allí. Así que me acerqué a la ventana y la abrí esta no estaba cerrada, me asomé. El cielo estaba encapotado, no se parecía en nada al espléndido día que había hecho por la mañana. Mientras miraba la tranquila noche se abrió la puerta. Ella. Tara.
-Vamos, baja, te están esperando.
No le contesté, le seguí y bajé justo detrás de ella las escaleras que ya subí hace horas. Cruzamos el recibidor que antes vi y llegamos a un comedor, donde una gran mesa se extendía a su antojo, encima de una alfombra de colores de otoño. Cuadros por todas partes y las ventanas con las cortinas echadas me obligaban a entornar algo más la vista para poder ver mejor. Una mesa con varias sillas donde estaban sentados unas 10 personas y entre ellas, Noam. Tara me sentó en una silla justo al lado de mi padre y ella se sentó a mi lado, frente por frente tenía a Noam y yo notaba como sus ojos se clavaban preocupados en mi cara, no me iba a escapar, de eso estaba segura. Todos me miraron, un hombre con unos grandes brazos, una mujer de largo pelo negro, varios hombres cortados con el mismo modelo. Un hombre que estaba sentado presidiendo la mesa, de barbas y con avanzada edad tomó la palabra, dirigiéndose a mí.
-Bueno pues ya estás aquí, te estábamos esperando, espero que la casa sea de tu agrado poco a poco somos más – dijo en voz alta y soltando una risita que todos le siguieron menos yo, aparte de que no había pillado la broma, no iba a seguirle la corriente a aquel desconocido.- La verdad es que fuiste lista en aquel parking, pero no se puede esperar menos de la hija de Sebastian, tu padre es uno de los mejores en mis filas.- Mi padre sonrió- supongo que sabrás porque estás aquí, ese impertinente amagins te lo contó, por lo que me ha hecho saber Noam – Él lo sabía todo, se había percatado de lo que estaba pasando, le dediqué una honda mirada de reproche.- no te enfades con él, solo estaba obedeciéndome es más hábil para relacionarse que un viejo como yo. - dijo riéndose, todo había sido una farsa, Noam me había mentido.- lo importante es que estás aquí con nosotros y que vas a actuar como debes, ayudando a los que de verdad tienen que vencer, como tú solo sabes hacer. Para terminar decirte que vayas asimilando tu función aquí, eres importante, sí, pero te trataremos como una más, si intentas algo en contra de nosotros tu madre y ese chico, morirán. - me amenazó -Pero tú no harás nada y con unas semanas de entrenamiento estarás lista para la batalla ¿verdad Elen?- preguntó dirigiéndose a la mujer del pelo negro.
-Claro, señor. Será fácil.
-Eso es perfecto, ella te entrenará, será tu tutora. Por ahora no hay nada más que tenga que decirte Alexandra, así que puedes retirarte, a tu habitación o a donde quieras, dentro de esta casa, no cometas la estupidez de intentar escaparte, será imposible. - Adoptó una voz dura que me dio miedo, esas palabras iban en serio.
Me levanté y me fui, seguida de Tara y de Noam. Al parecer solo se iban los jóvenes, yo me encaminé hacia la puerta cuando Tara me agarró fuerte del brazo. Reteniéndome.
-¿A dónde te crees que vas? - dijo con todo de superioridad mientras Noam me miraba.
-No tengo por qué decírtelo
-Dímelo o te acordarás de mi- dijo aumentando la presión en mi brazo.
-¿Crees que ahora me das miedo? , te recuerdo que aquí no eres nada, no te quieren ni en las reuniones importantes. - le dije deshaciéndome de su mano. Noam escapó una risita.
-¿Te ríes? Por esta estúpida casi te matan ¿y te ríes?, es increíble.- Tara soltó las palabras como si estuviera escupiendo serpientes por la boca, me miró y se fue. Noam intentó decir algo pero salí rápida por la puerta y rodee la casa siguiendo un pequeño camino de rosas rojas, me senté en unas pequeñas escaleras, que probablemente diesen a la puerta trasera y allí quizás en estado de shock, quizás llena de rabia, allí comencé a oír voces, voces de una conversación que me abriría los ojos, sobre de lo que verdad yo Alexandra Luter Domich, era capaz.


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