Retrocedí unos pasos aun
sosteniendo su mirada en mis ojos y salí corriendo a la habitación, cobarde
pero con el corazón todavía más roto. Escuchaba sus pasos y su voz tras de mi
gritando mi nombre y pidiéndome que parase, pero no oía nada, entré rápida y
cerré la puerta justo en el momento en el que Noam llegó, me fallaron las
piernas y me quedé allí tirada en el suelo con la cabeza apoyada en la puerta,
escuchándole.
-Alex por favor, te lo
suplico ábreme puedo explicarte que hago aquí de verdad, no soy como ellos, yo
te q...
-No lo digas- le susurré.
-Te quiero.
-Por favor, vete – le
pedí mientras mi voz se rasgó y las lágrimas comenzaron a hacerse conmigo.
-No llores...
Pero el sonido de mi
triste corazón le contestó y tras un suspiro, oí sus pasos alejarse. Mientras
yo seguía buscando un consuelo en alguna traza de la madera del suelo, viendo
como las lágrimas llegaban hasta mis labios. Noam, el chico de la sonrisa
cautivadora, el chico que me arrancó la risa en tantos momentos, él, sumergido
de pies a cabeza en todo lo que a mí me ocurría. ¿Hasta qué punto me quiso? O
mejor dicho ¿hasta qué punto había intervenido en lo que me había pasado?
Me tendí en la cama e
hice caso a mi padre, me dormí y descansé un poco, lo que pude, ya que cada
media hora se me desvelaba el sueño. Cuando me desperté del todo, la noche ya
había abrazado a ese extraño lugar. Me levanté e intenté abrir la puerta pero
parecía tener el cerrojo echado, por fuera. Suspiré, supuse que era normal, no
me iban a dejar la puerta abierta para que tranquilamente me fuese de allí. Así
que me acerqué a la ventana y la abrí esta no estaba cerrada, me asomé. El
cielo estaba encapotado, no se parecía en nada al espléndido día que había
hecho por la mañana. Mientras miraba la tranquila noche se abrió la puerta.
Ella. Tara.
-Vamos, baja, te están
esperando.
No le contesté, le seguí
y bajé justo detrás de ella las escaleras que ya subí hace horas. Cruzamos el
recibidor que antes vi y llegamos a un comedor, donde una gran mesa se extendía
a su antojo, encima de una alfombra de colores de otoño. Cuadros por todas
partes y las ventanas con las cortinas echadas me obligaban a entornar algo más
la vista para poder ver mejor. Una mesa con varias sillas donde estaban
sentados unas 10 personas y entre ellas, Noam. Tara me sentó en una silla justo
al lado de mi padre y ella se sentó a mi lado, frente por frente tenía a Noam y
yo notaba como sus ojos se clavaban preocupados en mi cara, no me iba a
escapar, de eso estaba segura. Todos me miraron, un hombre con unos grandes
brazos, una mujer de largo pelo negro, varios hombres cortados con el mismo
modelo. Un hombre que estaba sentado presidiendo la mesa, de barbas y con
avanzada edad tomó la palabra, dirigiéndose a mí.
-Bueno pues ya estás
aquí, te estábamos esperando, espero que la casa sea de tu agrado poco a poco
somos más – dijo en voz alta y soltando una risita que todos le siguieron menos
yo, aparte de que no había pillado la broma, no iba a seguirle la corriente a
aquel desconocido.- La verdad es que fuiste lista en aquel parking, pero no se
puede esperar menos de la hija de Sebastian, tu padre es uno de los mejores en
mis filas.- Mi padre sonrió- supongo que sabrás porque estás aquí, ese
impertinente amagins te lo contó, por lo que me ha hecho saber Noam – Él lo
sabía todo, se había percatado de lo que estaba pasando, le dediqué una honda
mirada de reproche.- no te enfades con él, solo estaba obedeciéndome es más
hábil para relacionarse que un viejo como yo. - dijo riéndose, todo había sido
una farsa, Noam me había mentido.- lo importante es que estás aquí con nosotros
y que vas a actuar como debes, ayudando a los que de verdad tienen que vencer,
como tú solo sabes hacer. Para terminar decirte que vayas asimilando tu función
aquí, eres importante, sí, pero te trataremos como una más, si intentas algo en
contra de nosotros tu madre y ese chico, morirán. - me amenazó -Pero tú no
harás nada y con unas semanas de entrenamiento estarás lista para la batalla
¿verdad Elen?- preguntó dirigiéndose a la mujer del pelo negro.
-Claro, señor. Será fácil.
-Eso es perfecto, ella te
entrenará, será tu tutora. Por ahora no hay nada más que tenga que decirte
Alexandra, así que puedes retirarte, a tu habitación o a donde quieras, dentro
de esta casa, no cometas la estupidez de intentar escaparte, será imposible. -
Adoptó una voz dura que me dio miedo, esas palabras iban en serio.
Me levanté y me fui,
seguida de Tara y de Noam. Al parecer solo se iban los jóvenes, yo me encaminé
hacia la puerta cuando Tara me agarró fuerte del brazo. Reteniéndome.
-¿A dónde te crees que
vas? - dijo con todo de superioridad mientras Noam me miraba.
-No tengo por qué
decírtelo
-Dímelo o te acordarás de
mi- dijo aumentando la presión en mi brazo.
-¿Crees que ahora me das
miedo? , te recuerdo que aquí no eres nada, no te quieren ni en las reuniones
importantes. - le dije deshaciéndome de su mano. Noam escapó una risita.
-¿Te ríes? Por esta
estúpida casi te matan ¿y te ríes?, es increíble.- Tara soltó las palabras como
si estuviera escupiendo serpientes por la boca, me miró y se fue. Noam intentó
decir algo pero salí rápida por la puerta y rodee la casa siguiendo un pequeño
camino de rosas rojas, me senté en unas pequeñas escaleras, que probablemente diesen
a la puerta trasera y allí quizás en estado de shock, quizás llena de rabia,
allí comencé a oír voces, voces de una conversación que me abriría los ojos,
sobre de lo que verdad yo Alexandra Luter Domich, era capaz.
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