Mis ojos no llegaron más
allá del recibidor ya que mi padre entró justo detrás de mí para guiarme
bruscamente hacia la que sería mi nueva habitación. Subiendo por unas escaleras
limpias pero también vacías, entramos sin dirigirnos palabra sin dejar que mi
rabia fluyese hasta el contorno de los labios. La habitación era todo lo
contrario a la mía, aquí reinaba el marrón con cuadros antiguos de formas
extrañas que simulaban lo que sus cuerpos mostraban, contaba con un pequeño
tocador de madera oscura y robusta; y una gran librería en la esquina donde los
libros fueron los únicos que me enfundaron calidez. Mi padre me sentó en la
pequeña cama que reposaba justo enfrente de la ventana, ventana que me dejaba
ver el espesor de un nuevo día. Cogió una silla que acompañaba al tocador y se
sentó delante de mí como cuando quería hablar sobre algo importante en Dubái.
-Alex este será tu nuevo
hogar- dijo evitando mirarme a los ojos.
-No lo llames hogar, ni
siquiera se acerca a esa palabra.
-No tienes otra cosa.
-Por supuesto que la
tengo, al lado de mi madre.
-Eso no será posible y lo
sabes, ahora te vas a acostar y vas a descansar, luego tendrás que escucharme a
mí y a otros que quieren conocerte.
No le contesté, el salió
por la puerta como alma que lleva el diablo, nunca mejor dicho. Me levanté de
la cama y abrí la ventana para que entrase algo de aire, porque lo necesitaba,
respirar a fondo y poder hacerle frente a todo lo que estaba ocurriendo a mí
alrededor. Cerré los ojos y en ese momento una conocida melodía llegó a mis
oídos. Stereo Hearts sonaba en aquella habitación muy cerca
de mí, justo en mi bolsillo donde vibraba mi móvil. ¿Quién era? Nico, Caly, ¿mi
madre quizás? Pero no, el nombre de ninguna de estas personas se reflejaba en
la pantalla de mi móvil. Él, Noam, me estaba llamando. Colgué. Pero volvió a
llamar hasta 3 veces, a la cuarta lo cogí. Escuché un sonido extraño, con
interferencia hasta que su voz hizo eco en mi cabeza. Una necesidad me secó la
garganta y empezaron a sudarme las manos.
-¿Alex? ¿Me escuchas? No
puedo oírte, te echo de menos ¿dónde estás?- su voz sonaba lejana y muy
nerviosa.- escucha la línea se va, te llamo luego, no me llames a mí, yo lo
haré ¿vale? Te quiero.
Las interferencias no
dejaban que escuchase nada, cuando se cortó la llamada, y aunque Noam me había
dicho que no le llamase la ansiedad me ganó la jugada y le llamé, cuando para
mi sorpresa el tono Let it be de los Beatles sonó demasiado cerca.
Abrí la puerta, seguí el sonido y colgué cuando de espaldas me encontré con sus
ojos.
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