Las voces venían de la
sala en la que estaba yo antes, me acomodé en aquellas escaleras y empecé a oír.
Comenzó una voz aguda, de mujer.
-Tenemos que hacer algo,
Alexandra no puede ser consciente de lo que sabe hacer. Y tú sabes
perfectamente que tu hijo caerá en la tentación. - dijo con una voz rígida,
dirigiéndose a una persona invisible, que mis ojos no llegaban a ver.
-Mi hijo no va a caer en
nada, él sabe muy bien lo que tiene y no tiene que hacer. Noam no es un
traidor.- dijo, ahora sí, Zachary.
-Pero tú sabes que el
siente algo.
-No sé nada, mi hijo, te
repito no es un traidor, en realidad tú no eres la más indicada para hablar
Elen. - le cortó.
-No te atrevas a ni
siquiera pensarlo, porque...
-Ya basta – de nuevo
aquella voz, impenetrable, la voz de aquel hombre mayor.- estamos hablando de
Alexandra y de ella vamos a seguir hablando, Noam es un buen chico que sabe lo
que le conviene, por su bien y por el de esa chica. No se atreverá. Así que pasemos
a otra cosa, su entrenamiento, debemos hacerlo de manera en que ella solo
encuentre esos poderes que no son peligrosos para nosotros, en cualquier
momento podría revelarse y escapar.
-Esa chica inexperta no
puede con nosotros.- dijo una voz desconocida.
-Esa chica inexperta es más
fuerte que todos los presentes.- dijo mi padre.
-Es cierto y no vamos a
correr el riesgo, Elen le enseñarás lo básico en lucha cuerpo a cuerpo.
-Pero aquí no puedo
hacerlo, tenemos que irnos, allí si tengo los materiales y el espacio.
-Claro nos iremos mañana
sin perder tiempo.
-Entonces todo decidido
mañana saldrá hacia allí.
Se escucharon sillas y se
acabó la reunión, había logrado escuchar tan solo el final pero había
descubierto algo muy importante, yo era más fuerte de lo que verdaderamente
creía y tenía que descubrir cómo hacerlo. Así que me levanté de las escaleras y
dejando la luna a mis espaldas entré de nuevo en la casa. Entré en el gran
salón y comencé a curiosear en una estantería donde había un centenar de
libros, cuando escuché unos pasos a mi espalda.
-¿Hay muchos verdad? - la
voz de mi padre me congeló.
-Si.
-Vas a estar bien, solo
haz lo que te digan y no pasará nada.
-Siempre decías que no
debía de convertirme en títere de nadie, ¿no te incluías?
-Yo no quiero...
-Ya yo tampoco quiero
nada de esto, ¿entiendes papa? Si hago esto es por Mama, no por ti.
-Mama no está moviendo ni
un pelo para protegerte...- dijo con malicia.
-¿Tu si quizás?
-Estoy aquí contigo a
diferencia de ella.
-Estas aquí...- solté una
carcajada – me tienes aquí en contra de mi propia voluntad, obligándome a
obedecer a personas que tan solo quieren hacer daño y a luchar en una guerra
que no es mía, entrar en no sé qué mundos y hacer no sé cuántas barbaridades ¿por
qué tendré que matar a personas verdad? -bajó su mirada -, me has mentido
durante toda mi vida, toda. ¿Y de verdad estás aquí? Perdona que te diga pero
lo dudo mucho.
Salí rápida de la
habitación y subí volando las escaleras, sin cruzarme a nadie, entré en mi
habitación y cerré la puerta de un portazo como solía hacer de pequeña cuando
no conseguía lo que quería, una golosina, un paseo o un dulce, solo que la
diferencia estaba en que ahora sentía rabia porque quería vivir. Me tendí en la
cama y cerré los ojos, mañana o quizás pasado estaría lejos de allí, lejos de
mi madre, de Nico. Tenía ganas de llorar, unas inmensas ganas de hacerlo, pero
no me salía, mis lágrimas se habían negado, mi cabeza me obligaba a ser fuerte
por mi madre, tenía que intentarlo. En cuestión de horas estaría a kilómetros
de allí, aún más lejos todavía de poder hacer algo.
Esa noche soñé con mi
madre. Y logré acariciar su tersa piel, bajo un gran sol pude sentir su aliento
al hablarme, pude de nuevo respirar a fondo alcanzando a dibujar una sonrisa en
su rostro, con ambas manos en las suyas mientras ella me decía:
-Estoy aquí – acariciando
mi corazón y cerrando los ojos en un dulce segundo, que duro tan solo eso, el
tiempo que duran en cruzarse dos miradas.
Me desperté y un sol
radiante en un día oscuro reinaba el cielo, que ya celeste se abalanzaba sobre mí.
Me incorporé y mi corazón se aceleró al ver que no estaba sola en la
habitación. Dos verdes ojos me hacían compañía.
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