-Nico...- susurré como
pude. Escuché un ruido en la parte de atrás de la cama, salté las sillas y
corrí hasta allí.
Tendido en el suelo
estaba Nico, con la cara llena de arañazos ensangrentados, estaba entre miles
de trozos de cristal, su brazo estaba totalmente destrozado y la boca la tenía
echada abajo. Me senté a su lado y puse mi mano en su boca y un alivio me
inundó cuando noté su leve respiración. Fui al cuarto de baño y mojé unos
cuantos paños en agua, busqué en el mueblecito de encima del lavabo y cogí agua
oxigenada. Volví a ir con Nico, quité todos los trozos de cristal de su lado,
tendría que curarlo en el suelo porque no podía con él. Para mi sorpresa había
abierto esos ojos celestes suyos e hizo un intento de levantarse.
-No, estate quieto.
-Alex... yo... lo
siento...me cogió desprevenido y... - empezó a delirar.
-Chs ya está, se ha ido –
le dije acariciando su mejilla.- ahora tengo que vendarte esas heridas. ¿Puedes
levantarte?- Nico se incorporó poco a poco, cuando ya estaba de pie lo conduje
a la cama, apoyando todo su peso en mi hombro y arrastrando los pies. Se sentó
en la cama y cerró los ojos. Cogí los paños húmedos y se los puse en cada una
de las heridas de su cara, limpiando la sangre y quitando los trozos de cristal
que aún tenía en su cuerpo, a veces ponía muecas raras pero en general no se
quejó. Lo malo vino cuando pasé del agua a el agua oxigenada, recordé todas las
veces que de pequeña me había caído del banco de mi plaza en Dubái, y los
gritos que daba al curarme mi padre. Mojé el mismo paño en el agua oxigenada y
se lo puse en la herida más grande que le cruzaba la mejilla. Dio un fuerte
suspiro, y no soltó el aire hasta que no le hube quitado el paño y así en cada
uno de los arañazos y cortes de su cara. Luego pasé al brazo y ahí sí que no
sabía qué hacer, estaba realmente mal, los cortes eran profundos y la sangre
salía cada vez en más grandes cantidades. De hecho yo tenía las manos llenas de
sangre. Cogí varios paños y empecé por intentar cortar la hemorragia. Pero no
bastaba.
-Alex – no sabía que me
había estado mirando- coge mi maleta, en el lado hay un libro pequeño, cógelo.
-Nico, tu brazo es más
impor...
-Cógelo.
Me levanté rápida y
busqué entre todo el lío que se había montado allí, y vi una pequeña maleta
azul que estaba detrás del sofá. La cogí y la abrí encima del sofá, apartando
antes todo lo que había encima de él. En uno de los lados estaba la cartera de
Nico y unos cuantos papeles más, desordenados y entre varios cuchillos, que me
pusieron el vello de punta. En el otro lado tal y como Nico me había dicho
había un libro de bolsillo. Lo cogí y cerré la maleta. Me acerqué a la cama y
me volví a sentar con él. Tras hacer una mueca de dolor me sonrió, este chico
era increíble, su sonrisa nunca moría.
-Dámelo – se lo tendí en
la mano que más o menos tenía mejor, abrió el libro por la mitad más o menos y
me señaló una frase escrita en un idioma que jamás había visto ni escuchado. -
escucha, ¿te acuerdas de la vez que te curé allí en tu casa? - asentí, ¿cómo
olvidarlo? - usé este conjuro, tienes que decirlo poniendo las manos sobre la
herida...
-Nico yo no puedo hacer
eso... yo...
-Hazlo
-Nico...
-Alex, el cuchillo con el
que me ha cortado tenía un conjuro si en 5 minutos no has leído la maldita
frase no sé qué me pasará- con este tono brusco me hizo entrar en razón o
quizás espabilar.
Cogí el libro que Nico
había manchado de sangre, justo en el principio de la página ponían: Ángel se spel.
Leí rápida la frase que Nico había señalado, le observé y sus ojos empezaban a
no responder. Así que me arme de eso que pocos tienen, valor.
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