Me quedé mirándole,
asimilándolo todo. Tenía miedo, y no me sentía el corazón que probablemente se
hubiese parado. Pero las piezas me encajaron como si de un rompecabezas se
tratase. Mi vida, toda ella, había sido una autentica mentira. Había estado
viviendo en un juego. ¿Y que era yo? Era un... no sabía ni lo que era. No tenía
definición, no era una persona. Me inundó una rabia imposible, me levanté y
eché a andar, a cualquier sitio lejos de allí, lejos de mí. Hubiera deseado
quitarme la piel y hacer de mi otra persona, una persona normal, de esas que
sueñan con tener una bonita vida, una persona a la que no le afectan estas
cosas. Yo no era un milagro, yo no era nada. No era una persona a la que se le
puede decir, para la guerra y ella la para. Yo en cambio me escondía en los
brazos de los demás y dejaba que mis ojos se ahogasen en las lágrimas. Nico me
seguía a unos cuatro metros detrás de mis pasos...
-Déjame,
¡Vete!- le grité – quiero estar sola.
Pero
me ignoró, el seguía ahí. Me tropecé con una rama que en la oscuridad dado que
era imposible ver y me caí de bruces en medio de la espesura de la noche. No me
levanté, solo me quedé allí, sentada en el suelo con la cabeza entre las
piernas intentando convencerme de que todo esto no era real. Nico se agachó a
mi lado y me rodeó con los brazos.
-Alex,
ya está por favor me está matando verte así.- le miré, y entonces empecé a
llorar otra vez abrazada a Nico durante horas... No sabía qué hora era cuando
me tranquilicé, de todas formas mi madre no me había llamado al móvil. Nico se
quedó mirándome por si acaso rompía de nuevo a llorar, pero iba a dejar esa
costumbre.- ¿Estás mejor?
-Si.-
le contesté, no me reconocía la voz.
-¿Te
llevo a casa? - me dijo mientras me ayudaba a levantarme.
-Tengo
preguntas.
-Es
tarde, mañana hablamos.
-Nico...-
le miré con desesperación y Nico reaccionó.
-Hablamos
allí, el bosque no es seguro. Cierra los ojos.
-¿Qué?-
le pregunté desconcertada.
-Tu
cierra los ojos, confía en mi.- cerré los ojos, tan fuerte que tuve miedo de no
poder volver a abrirlos en mi vida, aunque eso sería demasiada suerte. Dos
minutos escasos después los abrí y allí estábamos, en mi habitación. Me quedé
confusa y miré a Nico. Que me sonrió.- Ya te lo explicaré, baja y dile algo a
tu madre, yo te espero aquí.
-No
te vayas- le pedí.
-No
puedo... venga ve.
Bajé
abajo y no había nadie, ni en la cocina ni en el salón. Volví a subir y fui a
la habitación de mi madre. Ya estaba dormida. Me senté a su lado y miré como su
rápida respiración movía la colcha blanca con la que estaba tapada. Mi madre,
con esa piel tan blanca y tersa, y ese pelo castaño, parecía una niña. Le di un
beso y le susurré al oído, '' ya he llegado''. Mi madre se despertó al segundo
me dio un beso y volvió a cerrar esos ojos suyos que estaban cansados. Di un
fuerte suspiró y volví a mi habitación, donde tal y como me había dicho Nico,
me esperaba sentado en el centro de la cama mirándome. Cerré la puerta y me
senté con él.
-Estás
cansada- me susurró.
-No
era una broma ¿verdad?- pregunté, casi esperando un si caído del cielo. Pero
con todo lo que me había pasado era imposible que esto fuese una broma.
-No-
me contestó ausente. Yo mirando al techo, intentando no volver a llorar le
pregunté.
-¿Por
qué no me lo contaste? Cuando te llamé...- le recordé ese momento.
-Lo
sé, pero se supone que no puedo contarte absolutamente nada, está prohibido- me
aclaró.- mis órdenes eran expresamente que tu no debías conocer nada de esto.
-¿Por
qué lo has hecho?
-No
puedes ser un títere toda tu vida- me susurró.
-Pero
no sé, tiene que haber alguna equivocación ¿no? Mírame soy totalmente normal –
le expliqué- ¿Por qué solo yo puedo hacerlo? Quiero decir, tú también puedes
clavar una espada.- después de un fuerte suspiro me dijo.
-La
espada fue clavada en el círculo de Helenf, en un lugar donde ambos mundos se
unen, un lugar donde solo alguien como tu puede llegar, como tú o como Larian.
Así fue dicho, ellos en su mundo y nosotros en el nuestro.- lo dijo todo de una
carrera y con una voz apagada y triste. Me quedé mirándole a los ojos, que
apartaron su mirada rápidamente- ¿qué?
-Y...
tú, ósea,..- nunca me había trabado así, no sabía cómo preguntarle.
-No
soy una persona Alex, soy... soy un animal, un bicho, un monstruo- me contestó.
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