Y después de aquellas
palabras mi mundo, aquel donde odiaba a Noam, aquel donde solo quería
olvidarle, desapareció. En su lugar no aparecieron más palabras bonitas, solo
besos donde casi nos atamos el uno al otro, aquellos besos que te dejan sin
aire, aquellos donde pareces perder la respiración, pero no te importa porque
sabes que esa persona te devolverá el aliento para seguir.
Estuvimos
horas muertas allí tendidos, hablando de todo, compartiendo hasta el último
secreto, pero no tocamos el tema, es decir, mi tema. Lo evadí hasta mas no
poder, porque sabía que volvería a estropear mis cosas con Noam, como tantas
cosas había estropeado ya. Después de todo Noam volvió a dejarme en el camino
de mi casa porque le pedí que no me llevase hasta la puerta ¿la razón? Mi madre
por supuesto. Me bajé con su ayuda de la moto, ya que apenas llegaba a tocar
tierra.
-Buenas
noches, no te pierdas por el camino- dijo quitándose el casco.
-Imbécil-
le dije mientras me atraía hacia él.
-Ni
de buenas me dices cosas bonitas eh- me replicó, sonriendo, como a mí me
gustaba. Le di un beso rápido, aunque solo basto eso para aumentar el ritmo de
mi corazón. Cortando el beso le pregunté.
-¿Quién
dice que esté de buenas eh?
-Estás
conmigo – dijo soltándome y señalándose el mismo.
-Egocéntrico.
-Preciosa.
-Te
odio- le dije riéndome.
-Sí,
es cierto eso tenemos en común- terminó con esto, me dio otro beso rápido y se
fue.
Y
yo en cambio me quedé allí a los pies de mi casa, mirando como en el camino
solo quedaba el polvo que había levantado su moto. Bajé rápida el camino que
paralelo a mi casa, estaba oscuro. Unos pasos a mi espalda me hicieron acelerar
los míos, al principio pensé que era Noam que quería darme un susto pero luego
pensé en ella. Seguí hasta la verja que separaba el camino de mi casa, la abrí
rápida... y eso es lo único que recuerdo de ese momento, bueno, eso y un fuerte
golpe en la espalda que me dejó sin respiración. Cuando desperté tenía la vista
nublada y no podía diferenciar donde estaba, solo que seguía siendo de noche y
que estaba atada. Conforme fui recuperando la visión me di cuenta de que me
encontraba en el bosque. Un hombre vestido de negro hablaba por teléfono, sin
darse cuenta de que yo estaba despierta, miré a todos lados, pero solo
estábamos ese hombre que estaba dando vueltas de un lado a otro, un coche gris
muy antiguo y yo amarrada por las muñecas y los pies. Sin querer al moverme
rompí una rama e hice ruido, el hombre giró la cabeza y al verme cerró el
teléfono, yo en cambio centré mi atención en su cuello donde reconocí el
tatuaje que le había visto a la chica en mis sueños. Al acercarse a mí, no pude
verle la cara porque tenía una capucha echada, eso sumado a la oscuridad y a
mis ojos llenos de tierra no ayudaba mucho. Cada vez estaba más cerca, tanto
que sentía su aliento en mi cara.
-¿Que,
estás cómoda?- no reconocí su voz, pero juraría haberla escuchado en otro
sitio, intenté moverme pero solo hice ruido.- no puedes moverte, muñequita.-
con una de mis patadas caí uno de los candelabros que él había colocado
alrededor de unos árboles supongo para ver mejor. Al verlo, me dio una patada y
noté el líquido caliente que me recorría desde la ceja hasta la boca, llorando
grité de dolor. De pronto, unos ruidos en los árboles le sobresaltaron.
Preguntó por un señor pero no escuché como se llamaba. Una sombra pasó justo a
su espalda y asustado encendió una linterna hacia los árboles donde él me
tenía tendida. El resplandor de la linterna rodeo al hombre y yo desde aquel
árbol pude ver una silueta a tan solo dos pasos de él.
-Zac
– reconocí directamente la voz, Nico. El hombre que Nico había llamado Zac se
volvió de golpe y sacó un largo cuchillo del pantalón. Nico en cambio solo miro
al cielo unos segundos y cuando volvió a mirar a Zac, sus ojos eran totalmente
blancos, tal y como esa noche en mi habitación.
-Tú
– no podía verle la cara a Zac pero su voz dio a entender que conocía a Nico.-
¿Qué quieres? Vas a matarme ¿no?- una risa amarga salió de la boca de Zac.
-Sabes que romperías el tratado.
-No
puedes llevarte a la chica – ignoró lo que Zac le dijo y me nombró como si no
me conociese.
-Ni
tu puedes sentir nada por ella, tu trabajo era solo cuidarla, solo eso, estamos
en las mismas, deja que me la lleve y no sabrán nunca lo tuyo.
-Ni
lo sueñes- Nico se le abalanzó y empezaron a pelear, Zac casi le corta el
cuello pero Nico lo apartó de un puñetazo. Yo en cambio iba perdiendo el
conocimiento, lo último que vi, fue a Nico haciéndole una raja a Zac en el
brazo y ese fue el momento en el que mis ojos se cerraron. Momentos después me
desperté de nuevo, la sensación no era nueva pues había perdido el conocimiento
varias veces.
Nico
estaba sentado a mi lado sin apenas un rasguño, me había desatado cuando yo
recobré del todo la conciencia. Me incorporé lentamente para no marearme, pero
fue en vano los mareos estaban en todas partes y mi mente muy confundida. El
bosque seguía en silencio, como si nada hubiese pasado, él, que testigo de todo
había visto como casi perdía la cabeza al intentar razonar lo que había estado
a punto de pasarme. Mis ojos no rompían a llorar, simplemente me quedé mirando
a la oscuridad como si nada, siempre tenía una de cal y otra de arena, un sueño
y una pesadilla, todo a la vez. Sentada allí mientras Nico me decía algo que
mis oídos no llegaban a escuchar porque parecía que había perdido la razón. Yo
mientras, buscando algo en la oscuridad, algo que me dijese que esto también
era un sueño. Pero mis manos llenas de heridas no mentían y el dolor que sentía
en todo el cuerpo tampoco mentía en absoluto. De pronto, me giré hacia Nico y
me abrazó. Dándome calor y cariño, haciéndome sentir que no estaba sola en
esto, que era como me sentía.
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