No le contesté, giré mi
cara hacia la suya y descansé mis labios en los suyos, al momento una corriente
eléctrica nació en todas las partes de mi cuerpo. Noam puso sus manos alrededor
de mi cara, acariciándome. Cerré los ojos, estaba en el cielo, de hecho lo
estaba tocando. Cuanto más duraba el beso más intenso se volvía este, mis manos
se enredaron en su cuello atándolo a mí, no lo quería soltar nunca. Sus labios
suaves hicieron que mi corazón se volviese loco, tanto como yo. Nos separamos a
regañadientes, me quedaría besándole toda la vida. Ese beso hizo que hasta el
último escondrijo de mi cuerpo se activase. Abrí los ojos, y allí estaba él
mirándome a los ojos. Como si yo fuese un ángel caído del cielo.
-
Me encantas – esas dos palabras salieron de su boca inesperadamente, me
cogieron por sorpresa, dos palabras que dicen un mundo. Pero claro ahora mi
mundo era mucho más simple, se reducía a él.
-
Y tú me encantas a mí – una sonrisa le nació en la comisura de sus labios, unos
labios que ahora eran míos.
-
¿Comemos? – asintió, sin poder hacer otra cosa. Estaba metido en otra
realidad.- ¿Te pasa algo?
-
No, solo que no se si lo he soñado.
-
No lo has soñado ha sido todo muy real para que lo hubieses soñado- era cierto.
-
Si- abrí la bolsa y miré dentro, la comida era china. Cuando lo miré tenía los
ojos puestos en la nada. Se volvió y casi me come con la mirada.
-
¿Qué? – me observaba de una manera tan extraña.
-
No sé si esto está bien… no sé si soy bueno para ti, tu madre… - dejó la frase
sin terminar, no lo entendía, pero no iba a dejar que la terminase. Me acerqué
todo lo que pude a él, estábamos a unos centímetros. Le cogí la cara entre mis
manos.
-
Escucha, ¿Quieres hacer esto? - asintió sin apartar sus ojos de los míos.-
entonces no importa nada más, si te preocupa mi madre no pasa nada no se
enterará.
-
No quiero que te escondas por mí.
-
No lo voy a hacer, simplemente será una pequeña mentirijilla.- no comprendía
que significaba que él no era bueno para mí. Pero no le iba a dejar que se
fuese.
-
Tampoco quiero que mientas por mí – su cara era de tristeza…
-
Ya está Noam por favor. – Alcé mi tono de voz, para ver si se enteraba de una
vez- No pienses ahora en nada.
-
Lo siento Alex, no puedo, no soy quién tú crees- se levantó y cogió la bolsa,
luego me miró con unos ojos que no eran los suyos – Tenemos que volver.
No
sé lo que sentía en ese momento, no lo entendía. Necesitaba una explicación de
por qué se había comportado así. Hace solo unos minutos nos estábamos besando y
ahora casi ni me podía mirar a los ojos. La rabia se apoderó de mí, pero como
era de esperar no se lo demostré. Tenía tantas ganas de llorar, de desahogarme,
soltar todo lo que tenía dentro. No hice nada, me levanté y me metí en el coche
acurrucada en mi asiento y dándole la espalda.
El
camino se me hizo eterno no intercambiamos palabra alguna, nada. Ni una mirada
ni nada por el estilo. Me dejó al principio de mi casa.
-
Lo siento – no me miraba.
-
No, la que lo siente soy yo.
Salí
del coche lo más rápido que pude entré en casa y ya las lágrimas me pesaban en
mi cara acariciándola como la noche al mar, al contrario que eso a mí estas
lagrimas me quemaban la piel. Entré en mi habitación, tiré el bolso a algún
lado y empecé a llorar. No hallaba respuesta alguna para saber lo que había
pasado en la playa, después de ese beso en el que los dos fuimos partícipes.
Justo después lo termina todo, le pone fin como si fuese su juguete, como si me
pudiese besar y después irse así sin más… lo peor de todo es que era
exactamente eso lo que él había hecho conmigo. Pero le quería tanto… era la
única persona que había encontrado en este maldito lugar con la que me podía
sentir yo misma, con la que podía pensar claramente sin pintar ningún futuro
porque estando con él solo me importaba el presente. En tan poco tiempo y en
tantas peleas me había topado con alguien que me hacía sentir segura, con
alguien en quien podía confiar y él en cambio ¿Qué había hecho? Había roto la poca
magia a la que habíamos conseguido llegar en ese momento, Nunca me había
sentido así de… desecha. Había jugado conmigo y había conseguido lo que quería.
Ahora lo tendría que ver la mayoría de los días en mi casa, como siempre, y
fingir que no ha pasado nada, borrar este día de mi vida y no darle la más
mínima impresión de estar mal, no le iba a dar el gusto. Pero necesitaba tanto
no sentir nada… aunque fuese un ridículo segundo, necesitaba no estar tan
enamorada de esos ojos, pero sabía que lo estaba y no podía hacerle nada, tan
solo tragármelo todo yo sola. No se merecía nada de mí, absolutamente nada ni
una mirada, ni un suspiro que saliese de mi boca, ni una sonrisa, nada. Ahora
me tocaba ser a mí la ajena a todo, la que iba a seguir como si nada. Porque ni
él ni nadie se merecían una lagrima mía y eso lo sabía con certeza.
O.O por supuesto q te agrego¡¡
ResponderEliminarposdata:
lo siento por el retraso xD