Me quedé con su sonrisa de cal y esa pizca de luz que me hizo soñar de nuevo

El corazón tiene cuerdas que es mejor no hacer sonar. Charles Dickens.

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domingo, 31 de octubre de 2010

Página 23. En cuestión de horas.

No le contesté, giré mi cara hacia la suya y descansé mis labios en los suyos, al momento una corriente eléctrica nació en todas las partes de mi cuerpo. Noam puso sus manos alrededor de mi cara, acariciándome. Cerré los ojos, estaba en el cielo, de hecho lo estaba tocando. Cuanto más duraba el beso más intenso se volvía este, mis manos se enredaron en su cuello atándolo a mí, no lo quería soltar nunca. Sus labios suaves hicieron que mi corazón se volviese loco, tanto como yo. Nos separamos a regañadientes, me quedaría besándole toda la vida. Ese beso hizo que hasta el último escondrijo de mi cuerpo se activase. Abrí los ojos, y allí estaba él mirándome a los ojos. Como si yo fuese un ángel caído del cielo.
- Me encantas – esas dos palabras salieron de su boca inesperadamente, me cogieron por sorpresa, dos palabras que dicen un mundo. Pero claro ahora mi mundo era mucho más simple, se reducía a él.
- Y tú me encantas a mí – una sonrisa le nació en la comisura de sus labios, unos labios que ahora eran míos.
- ¿Comemos? – asintió, sin poder hacer otra cosa. Estaba metido en otra realidad.- ¿Te pasa algo?
- No, solo que no se si lo he soñado.
- No lo has soñado ha sido todo muy real para que lo hubieses soñado- era cierto.
- Si- abrí la bolsa y miré dentro, la comida era china. Cuando lo miré tenía los ojos puestos en la nada. Se volvió y casi me come con la mirada.
- ¿Qué? – me observaba de una manera tan extraña.
- No sé si esto está bien… no sé si soy bueno para ti, tu madre… - dejó la frase sin terminar, no lo entendía, pero no iba a dejar que la terminase. Me acerqué todo lo que pude a él, estábamos a unos centímetros. Le cogí la cara entre mis manos.
- Escucha, ¿Quieres hacer esto? - asintió sin apartar sus ojos de los míos.- entonces no importa nada más, si te preocupa mi madre no pasa nada no se enterará.
- No quiero que te escondas por mí.
- No lo voy a hacer, simplemente será una pequeña mentirijilla.- no comprendía que significaba que él no era bueno para mí. Pero no le iba a dejar que se fuese.
- Tampoco quiero que mientas por mí – su cara era de tristeza…
- Ya está Noam por favor. – Alcé mi tono de voz, para ver si se enteraba de una vez- No pienses ahora en nada.
- Lo siento Alex, no puedo, no soy quién tú crees- se levantó y cogió la bolsa, luego me miró con unos ojos que no eran los suyos – Tenemos que volver.
No sé lo que sentía en ese momento, no lo entendía. Necesitaba una explicación de por qué se había comportado así. Hace solo unos minutos nos estábamos besando y ahora casi ni me podía mirar a los ojos. La rabia se apoderó de mí, pero como era de esperar no se lo demostré. Tenía tantas ganas de llorar, de desahogarme, soltar todo lo que tenía dentro. No hice nada, me levanté y me metí en el coche acurrucada en mi asiento y dándole la espalda.
El camino se me hizo eterno no intercambiamos palabra alguna, nada. Ni una mirada ni nada por el estilo. Me dejó al principio de mi casa.
- Lo siento – no me miraba.
- No, la que lo siente soy yo.
Salí del coche lo más rápido que pude entré en casa y ya las lágrimas me pesaban en mi cara acariciándola como la noche al mar, al contrario que eso a mí estas lagrimas me quemaban la piel. Entré en mi habitación, tiré el bolso a algún lado y empecé a llorar. No hallaba respuesta alguna para saber lo que había pasado en la playa, después de ese beso en el que los dos fuimos partícipes. Justo después lo termina todo, le pone fin como si fuese su juguete, como si me pudiese besar y después irse así sin más… lo peor de todo es que era exactamente eso lo que él había hecho conmigo. Pero le quería tanto… era la única persona que había encontrado en este maldito lugar con la que me podía sentir yo misma, con la que podía pensar claramente sin pintar ningún futuro porque estando con él solo me importaba el presente. En tan poco tiempo y en tantas peleas me había topado con alguien que me hacía sentir segura, con alguien en quien podía confiar y él en cambio ¿Qué había hecho? Había roto la poca magia a la que habíamos conseguido llegar en ese momento, Nunca me había sentido así de… desecha. Había jugado conmigo y había conseguido lo que quería. Ahora lo tendría que ver la mayoría de los días en mi casa, como siempre, y fingir que no ha pasado nada, borrar este día de mi vida y no darle la más mínima impresión de estar mal, no le iba a dar el gusto. Pero necesitaba tanto no sentir nada… aunque fuese un ridículo segundo, necesitaba no estar tan enamorada de esos ojos, pero sabía que lo estaba y no podía hacerle nada, tan solo tragármelo todo yo sola. No se merecía nada de mí, absolutamente nada ni una mirada, ni un suspiro que saliese de mi boca, ni una sonrisa, nada. Ahora me tocaba ser a mí la ajena a todo, la que iba a seguir como si nada. Porque ni él ni nadie se merecían una lagrima mía y eso lo sabía con certeza.


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