Abrí la puerta de la
casa, entré y solté las llaves. Subí arriba a mi habitación y cerré la puerta.
Cogí una camiseta de mangas cortas celeste y me la cambie por la sudadera,
solté la maleta y bajé. Me había entrado calor.
Salí al jardín y había puesta una nueva mesa de madera extra-grande, con una
gran sombrilla encima, estaba cerrada, tampoco es que hiciese calor para eso. Me
senté en una silla a juego que había en el lado donde pegaba más el sol. Noam
no estaba. Estaría mirándose al espejo.
-¡Bu!- di un salto cuando Noam se acercó por detrás mía sin apenas hacer ruido.
-¿Podrías no hacer eso? – le dije con mi peor cara.
-¿Podrías no hacer eso? – le dije con mi peor cara.
-Mmm si podría, pero no quiero – se sentó enfrente de mí bueno más bien sentar
no, literalmente se tendió en la silla.- por cierto bonito corte el que me has
hecho en el coche nena.
-Me llamo Alex no nena y gracias intentaré volver a hacértelo más de una vez.
-Jajaja una chica dura, por cierto estas muy guapa con esa camiseta- Dios como lograba enfadarme y derretirme a la vez.
-Jajaja una chica dura, por cierto estas muy guapa con esa camiseta- Dios como lograba enfadarme y derretirme a la vez.
-Ya lo sé.
-¿Lo sabes? – echó la cabeza hacia atrás
-Si.
-Mmm interesante lo tuyo – lo mío... Mis ganas de tirarle la sombrilla a la cabeza iban aumentando.
-Mmm interesante lo tuyo – lo mío... Mis ganas de tirarle la sombrilla a la cabeza iban aumentando.
Sonó el timbre, se levantó y volvió a los 10 minutos.
-Y aquí está su comida señorita – puso encima de la mesa dos recipientes hirviendo y dos coca-colas.
-Y aquí está su comida señorita – puso encima de la mesa dos recipientes hirviendo y dos coca-colas.
-Gracias – lo abrí, eran espaguetis y olían muy bien.
-¿Te gustan?- ¿buscaba aprobación?
-Sí, mucho.
-Que aproveche.
-Igualmente – empezamos a comer en silencio a veces lo miraba , miraba el cielo
, el mar pero sobre todo sus ojos… cuando terminamos de comer recogimos la mesa
y lo limpiamos todo , luego cogimos unas toallas y nos tendimos en el césped de
la parte trasera de la casa , se estaba genial allí. Yo tendida boca arriba así
no podría mirarlo mucho y él, boca abajo.
-¿Echas de menos a tu padre? – me puse apoyada en un brazo.
-Mucho – reconocí, no tenía por qué mentirle.
-Mucho – reconocí, no tenía por qué mentirle.
-Entonces te arrepientes de haberte mudado…
-Yo no tome esa decisión… simplemente me hubiese gustado que mi padre estuviese
aquí también.
-¿Te puedo hacer otra pregunta?- esto parecía un interrogatorio.
-Claro – le contesté, mirando al cielo y buscándole formas a las nubes.
-¿Por qué tienes esa cara de rabieta siempre? -¿Qué?
-Claro – le contesté, mirando al cielo y buscándole formas a las nubes.
-¿Por qué tienes esa cara de rabieta siempre? -¿Qué?
-¿Con que cara de rabieta eh? – me levanté y me fui detrás de un muro donde
estaba la manguera. Salí corriendo y lo moje entero… las risas llegaron al
cielo. Pero al final también termine mojada yo y llena de barro al caerme en el
césped, parecíamos de todo menos personas cuerdas, empecé a mojarlo otra vez y
de un momento a otro estaba detrás mía intentando coger la manguera con sus
brazos rodeándome y eso me dejó paralizada.
-Vamos dámela – nuestras manos se tocaron durante una milésima de segundo.
-No, ¡no!- se quedó callado, creo que le molestó ¿pero a quien le molesta eso? Se secó y se fue dentro, me quede allí quieta durante unos minutos sin saber que había ocurrido en los últimos 2 minutos. Después decidí secarme también y entrar a buscarlo.
Al final lo encontré en el porche, sentado en el columpio de madera que teníamos allí, con el ceño fruncido mirando fijamente a la nada. Creo que ni se percató de que yo estaba allí, me senté con él.
-No, ¡no!- se quedó callado, creo que le molestó ¿pero a quien le molesta eso? Se secó y se fue dentro, me quede allí quieta durante unos minutos sin saber que había ocurrido en los últimos 2 minutos. Después decidí secarme también y entrar a buscarlo.
Al final lo encontré en el porche, sentado en el columpio de madera que teníamos allí, con el ceño fruncido mirando fijamente a la nada. Creo que ni se percató de que yo estaba allí, me senté con él.
-¿Te pasa algo? –le pregunté.
-No, nada. Ya es tarde, me voy.- se levantó del columpio y seguidamente yo.
-Adiós – me abracé yo misma, me había entrado frío.
-Adiós – me abracé yo misma, me había entrado frío.
-Adiós.
Un adiós seco, como la mayoría de los que había escuchado a lo largo de mi vida.
Un adiós seco, como la mayoría de los que había escuchado a lo largo de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario