Me quedé con su sonrisa de cal y esa pizca de luz que me hizo soñar de nuevo

El corazón tiene cuerdas que es mejor no hacer sonar. Charles Dickens.

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domingo, 8 de agosto de 2010

Página 4. No creo en vampiros

Entré en la casa sin casi darme cuenta de ella, creo que si tuviese más fuerza hubiera roto los azulejos del suelo al pisarlos, no entendía por qué me ponía así de furiosa, había sido solo un chico insolente al que no había visto en mi vida y que con algo más de suerte no volvería a ver nunca, ya que Zachary no vivía en el pueblo por lo que había escuchado en el coche. Lo peor era que seguía pensando en ese chico irritante y seguía poniéndome nerviosa con tan solo pensar en él.
-Cariño ¿qué te pasa?- me preguntó mi madre preocupada al ver mi cara.
-Nada mama no te preocupes – era tan delicada que me daba miedo alterar esa burbuja de cristal en la que vivía.
-¿Estas segura?
-Sí, voy a dejar esto en mi habitación.
Subí las escaleras de mármol con la seguridad que me había faltado antes al hablar con Noam, la escalera tenía una luz asombrosa, contaba con unos ventanales con dibujos muy parecidos al de la puerta principal. Mi habitación estaba situada al norte de la casa, al final de un gran pasillo adornado con muchos cuadros hechos por mi madre, en el techo había una especie de puerta que daba paso al ático, donde yo quería mi habitación pero que mi madre usaría como cuarto de inspiración. Entré en mi habitación y deje mis maletas en el suelo, nada de lo que había en aquella habitación lo había escogido yo, parecía la casa de una desconocida, así que me propuse darle mi estilo. Saque de la maleta una fotografía donde sonreía plenamente junto a mi padre un día de playa y la coloqué en la mesita de noche, saqué también el poster de ese grupo que mi madre odiaba y que por eso mismo a mí me encantaba y lo pegué en la puerta…. Eso sería una nueva pelea con mi madre, pero no me importaba. La habitación tenía una gran cama en el centro con una colcha blanca, una gran alfombra azul marino que ocupaba casi la mitad de la habitación y un gran ventanal con un pequeño asiento en el. Me asomé a la ventana y se veía el mar, mi madre sabía que me encantaba, supongo que de ahí venía el predominante color azul en mi habitación, tenía unas vistas maravillosas. Aunque en ese momento dejaron de serlo, Noam estaba justo debajo, mirando hacia mi ventana y sonriendo, empecé a abrí la ventana para dejar que entrase el aire, al menos de eso me quería convencer.
-Deberías tener cuidado con esa ventana, estaba rota .- y ahora me hablaba y se las daba de sabiondo conmigo … pues no , abrí la ventana con todas mis fuerzas posibles , pero se quedó atascada a la mitad y me di un fuerte golpe en la cabeza – te lo dije.
-¡Ah!- dios tenía sangre, perfecto no podía haber quedado peor, delante de ese impertinente, tenía que haberle hecho caso y no abrir la ventana, pero no, tuve que hacerlo y ahora se está casi muriendo de la risa.- ¿Estas bien? - no quería abrir los ojos, su voz sonaba demasiado cerca para que viniese de abajo.
-Sí, gracias – cortante, quería que se sintiese como yo hace un rato.
-Tienes sangre.
-Ya lo sé.
-Amm, eres una especie de vampiro ¿te gusta tener sangre en la cabeza?- soltó una carcajada y la verdad es que no pude aguantar y también me reí.
-No, no soy un vampiro.
-A ver, deja que te lo mire – se acercó a mí y comenzó a mirarme la brecha, desde esta distancia podía sentir su aliento en mi cara, sus dedos rozándome la mejilla, contar el número de inspiraciones que hacía y sobre todo mirar esos ojos verdes que me tenían hipnotizada.- Te has hecho una buena brecha, espera aquí voy a por el botiquín.
-Déjalo mi madre lo hará
-Tu madre no está, ha ido con Zachary al pueblo – perfecto ahora sola con Noam, dios, pero ¿de qué iba? Antes parecía darle asco y ahora se ofrece a curarme la herida. El problema estaba en que yo seguía igual de atontada al mirarle.
-Amm, está bien – no sabía que decir ni que hacer, y el parecía darse cuenta.
-Ahora vuelvo- salió de mi habitación tan rápido que apenas lo noté, quizás por el fuerte golpe en la cabeza o por lo anonadada que me tenía.
-Ya está – traía en las manos una manopla con un hielo dentro, se acercó y me lo puso en la herida, también traía una tirita – creo que no necesitarás puntos así que con esto bastará.
-Gracias – mantenía la vista en el suelo, ya que si me permitía mirarlo no podría parar.
Pasaron los minutos y seguíamos callados y al menos yo muy incómoda, por suerte para los dos oímos llegar un coche y al asomarme por la ventana vi que era mi madre, rápidamente me acerqué al espejo y me puse la tirita para quitarle importancia, me repasé el pelo y me dirigí a Noam.
-Ya han llegado, vamos abajo y otra vez gracias por lo de la herida – dije señalándome a la cabeza e intentando parecer cordial.
-No hay de que – y volvía a ese tono cortante, parecía que la presencia de su padre y mi madre le ponía nervioso.

Se puso rápidamente de pie, sin ayudarme a levantar. Como un auténtico caballero, aunque en ese momento hubiese preferido un vampiro.

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