Ya habíamos llegado
cuando me desperté, me di cuenta que me había dormido con el colgante en las
manos, lo primero que vi fue una gran extensura verde y fresca, preciosa,
parecía un cuadro de acuarelas. Se veía el mar y a los pescadores, se notaba
que era un pueblo llano, no sé cómo mi madre había escogido este lugar, no era
de su "tipo". Al bajarnos del avión un pequeño cartel con ''Domich'',
el apellido de mi madre, apoyado en un coche negro nos esperaba. Nos recibieron
dos hombres altos y fuertes con las manos tan desgastadas como las redes de sus
barcos, viejas y testigos de todas aquellas mareas y tormentas que ambos habían
vivido. .
-Bienvenida
al pueblo señora Domich. Le llevaremos a su nueva casa, estamos muy contentos
de que al fin haya decidido volver.
-Por
favor Zachary a estas alturas te puedes ahorrar las formalidades - Por primera
vez veía a mi madre reírse desde que salimos de Dubái, parecía que conocía
desde hace tiempo a este hombre.
-Lo
siento, jajá ¿Y cómo está el señor? También hace años que no lo vemos por
aquí-¿conocía a mi padre? ‘’ Hace años que no lo vemos por aquí ‘’ o sea que
mis padres ya habían estado en Arran, tendría que hablar de eso con mi madre.
-Está
bien, gracias- el tono de mi madre se hizo cada vez más bajo, tan bajo que solo
se escuchaba el aire que salía de sus labios.
-Me
alegro.
Nos
subimos a un pequeño coche negro, Zachary nos condujo por el pueblo.
Atravesamos una gran calle, que supuse sería la principal. Justo a su principio
este sitio se nombraba, se anunciaba. Lamlash, el que sería mi nuevo hogar.
El
pueblo tenía un gran número de casas de multitud de tonos blanquecinos. El
coche recorría la carretera que daba a la costa, por lo que no pude ver mucho
de este sitio, pero antes, en el camino en el taxi me había informado un poco
sobre mi destino. El pueblo era sencillo y constaba con la única escuela
secundaria de la isla, tenía un par de iglesias, una casa de correos y un
monumento algo extraño llamado 'Monumento de Espacios'. Al salir de la calle
nos llevó por un sendero que daba al mar, escondido entre los árboles se
encontraba un gran edificio blanco con cientos de ventanas y una gran cancela
al principio de este.
-Este
es el nuevo colegio, donde tendrás que ir tú – explicó Zachary
-¿Este?
Pero si el colegio siempre estuvo al norte del pueblo – dijo mi madre algo
dubitativa.
-¿Es
que acaso no te enteraste? el antiguo colegio fue derribado hace años ahora es
solo un valle perdido en el bosque
-¿Derribado?
…. Entonces…. – a mi madre no le salían las palabras, no sabía porque ese
colegio era tan importante para ella .Miraba a Zachary con una cara de
espanto…. Casi diría que tenía miedo.
-No
te preocupes todo está controlado
-¿controlado?-
tenía que intervenir, hablaban como si yo no estuviese allí con ellos, y eso
molesta muchísimo.
-No
es nada. Solo que yo estudiaba allí de pequeña y me ha sorprendido que hubiesen
derribado ese antiguo colegio
-Vale-
¿de veras se creía mi madre que me tragaba eso? Con la cara con que me decía
esto se contradecía ella misma, de todas maneras eran tantas cosas que me
ocultaba, hasta ahora no me había enterado que ella y mi padre habían vivido
aquí antes, hasta ahora no sabía que ella tenía conocidos aquí y que sabía
perfectamente como andar por este pueblo. Todo esto me hacía echar de menos a
mi padre ,aún más, pero yo ya sabía de ante mano que no íbamos a volver a Dubái
, sabía perfectamente que mi madre y mi padre ya no se querían como antes y que
no nos habíamos mudado por cuestiones de trabajo.
-Ya
hemos llegado – Un grito de júbilo salió de los labios de Zachary.
Habíamos
llegado a mi nueva casa. Era preciosa. Al bajarme del coche, lo primero que vi
fue un extenso edificio blanco con grandes balcones, adornados con numerosos
jazmines azules y morados. Tenía un gran portal de cristales de colores que
formaban un bonito paisaje… algo extraño pero muy bonito.
-¿Te
gusta?- me pregunto mi madre. Me miraba con unos ojos que buscaban aprobación.
-Claro
mama, es preciosa – le di un beso en la mejilla y se le dibujó un gran surco
que hacía tiempo que no veía, con destellos de cal y luz, una sonrisa – voy a
ver la parte trasera ¿vale?
-Está
bien, pero no te alejes, todavía tenemos que bajar las maletas.
-Vale
Maletas.
Pequeñas cajas sin importancia, donde llevamos recuerdos, momentos, alegrías y
penas. Mientras mi madre preparaba nuestra nueva vida, yo buscaba rincones de
la anterior para no olvidarla del todo.
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