Levanté la mirada observando
cómo se iba de la habitación y cerraba la puerta con un dulce sonido. Yo sin
embargo me tendí en la cama de nuevo y volví a cerrar los ojos. No sé qué
tiempo pasó, quizás 5 escasos minutos, 1 hora o dos, no lo sé. Me desperté
cuando escuché mi puerta abrirse y me incorporé poco a poco, en los pies de mi
cama había una maleta que mi padre estaba cerrando. Era aún de día por lo que
mi pequeña siesta no había durado mucho, mi padre ignoraba que me había
despertado y seguía ordenando la habitación y cerrando las ventanas, poniendo
en su lugar las cortinas. Me levanté de la cama e inmediatamente él se puso a
hacerla, yo me quede mirándole sin cruzar palabra, cuando terminó de arreglarlo
todo cogió la maleta y me cogió del brazo arrastrándome fuera de la habitación.
-Suéltame, ¡me haces
daño!- le grité intentando escapar de sus dedos que cada vez apretaban más mi
brazo.
-Estate quieta.
-Te he dicho que me
sueltes ¿dónde vamos? - de nuevo intenté soltarme, comencé a forcejear con él y
lo único que recuerdo es la maleta caer al suelo y que toda la ropa estaba
desperdigada a mi alrededor y luego un fuerte dolor en mi cabeza y la
imagen de mi padre cayendo al suelo con las manos en su sien, como si le
estuvieran quemando, pero desde dentro. Y yo aún de pie mirando que tenía
restos de sangre en sus manos. La voz de Elen se escuchó detrás de nosotros.
-¿Que ha pasado aquí?
¡Tu! ¿Qué le has hecho? ¡Zac! Ven corre, Sebastian... Sebastian ¿me oyes?- Mi
padre, se incorporó y me miró fijamente, con ojos desorbitados que me
asustaron, pero aún más me asusté cuando asimilé que fui yo quien le había
hecho todo eso.
-¿Que ha pasado?- llegó
Zachary con una voz alarmada y mirándome con ojos llenos de odio.
-Ha sido ella Elen, lo ha
hecho. Ya lo advertí ¡joder! - dijo mi padre con una voz
furiosa, frotándose las manos ensangrentadas.
Fui retrocediendo cada
vez más deprisa, aterrorizada y asustada de mi misma, que sin saber cómo ni
porque había tumbado a mi padre y le había hecho grandes heridas en las manos.
Mientras Zac y Elen intentaban comprender como había pasado, yo seguía dando
pasos hacia atrás intentando escapar de esa situación en la que había acabado
sin apenas haberme dado cuenta, baje las escaleras, mientras más
personas subían las escaleras alarmados al escuchar los gritos
provenientes de la discusión, pasando a mi alrededor sin percatarse de mi
presencia. Y empecé a tener miedo, como en el poco tiempo que llevaba en aquel
lugar nunca había sentido, quise salir corriendo a los brazos de mi madre,
quise refugiarme en mi habitación, tuve miedo, porque fue en ese momento en el
que me di cuenta de lo que yo era, alguien que podía hacer cosas sin darse
cuenta, alguien peligrosa y me di miedo, me di mucho miedo. Salí corriendo,
empujada por el deseo de huir que tenía escondido en el pecho y que poco a poco
se abría paso. Apenas veía por donde iba, entre en el salón y salí de la casa
corriendo cuando una fuerte mano me paró en seco, agarrándome por mi
hombro y dejándome totalmente quieta. No volví la mirada, ¿por qué? Porque sabía
perfectamente quién era y las lágrimas empezaron a caer. Su mano me volvió
hacia él y me abrazó fuertemente, en contra de mis intentos por escapar de
aquel deseado abrazo, pero al fin cedí y me refugié en sus brazos.
-No puedes irte Alex, te
encontrarían en cuestión de minutos y te encerrarían aún más; y a saber que te
harían...
-Necesito irme, necesito
volver con ella... ¿has visto lo de arriba?- le hablaba sin mirarle a los ojos,
aún sumida en sus brazos y arrastrada a la parte de atrás de la casa por ellos.
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