Y entonces vi en sus ojos
que era cierto, que el brillo de sus celestes ojos le decían al mundo que
prefería ponerse en peligro antes de que me pasase algo a mí. Había estado tan
ciega que no había escuchado todo lo que Nico me quería decir, todas esas cosas
que me dijo, todas esas caricias y abrazos que me dio a cambio de nada, una
sensación extraña la que sentí en ese instante, la de tener a alguien justo en
frente de mí que daría la vida por estar conmigo. Y no se el motivo, no se la
razón, pero justo segundos después de esas palabras que me llegaron al fondo
del corazón, me eché a sus brazos le abracé tan fuerte como mis fuerzas me lo
permitieron, respiré hasta el último poro de su piel y sentí como su amor me
envolvía todo el cuerpo, sentí como sus manos acariciaban mi espalda, sentí
como me apretaba fuerte a él. Entonces levanté lenta la vista y a tan solo 4
centímetros de mí, estaba él. Mi ángel de la guarda. Y fue la sensación de mi
cuerpo, la electricidad que tenía en él, la que me arrastró a sus labios. Unos
labios húmedos, que en un principio se quedaron paralizados, quietos, sin un
movimiento alguno, pero que al despertarse comenzaron a entregarse. Un beso intenso,
con ganas, un beso en la oscuridad de la noche donde yo me resguardé del mundo
y gracias a ese beso recobré la luz que había ido perdiendo segundo a segundo.
Cuando retiré mis labios de los suyos no me atreví a mirarle a los ojos y me
quede contemplando la puntera de mis zapatos. Nico en cambio subió mi barbilla
a la altura en la que pudiese verle los ojos. Una sonrisa se trazaba en su
cara, una sonrisa que me robó el aliento.
-Eres lo mejor – no supe
que responderle. Así que recurrí a la sonrisa. Pareció valerle. - ¿Vamos a
salvar a Caly vale?
-Eso espero, tengo miedo
– le contesté.
-Ibas muy decidida antes.
-No me quedaba de otra.
-Ahora sí. Vete al hotel,
yo me ocupar...
-Ni lo pienses, yo voy
contigo- le corté.
-Sabía que te negarías.
-¿Entonces por qué
preguntas?
-Porque siempre existe un
si entre 1 millón de noes.
Comenzamos a andar,
dejando atrás la plaza y nos plantamos justo enfrente de la puerta que daba a
esos viejos almacenes. Miré a Nico y me armé de valor abrí la puerta y me
adentré en la oscuridad de ese sitio, en la oscuridad de la ciudad, en la
oscuridad de mi propio ser.
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