El jardín era inmenso,
pero a Nico parecía no haberle gustado ya que él seguía andando cada vez más
alejado de mí, pero sin dejar de mirarme. Al salir del parque llegamos a otra
carretera que también cruzamos tranquilos, ya que estaba escasa de coches. Me
volvió a coger de la mano para bajar unas escaleras abandonadas, llenas de
maleza, de hierbas que parecían querer hacerme tropezar y que gracias a él no lo
conseguían. Al bajarlas me soltó y comenzó de nuevo a correr. Giró una pequeña
esquina escondida y lo perdí de vista. Yo ralenticé mis pasos ya que iba
ahogada, mi corazón parecía estar bailando. Doblé la esquina y lo vi. Sentado
en un pequeño espigón de no más de 5 metros de largo, que le hacía compañía a
un mar tranquilo, dormido, sin nadie a su lado tan solo un cielo azul y
abierto. Nico estaba abandonado, con sus ojos mirando al cielo, dejando que el
sol acariciase cada rincón de su cuerpo, con los pies en el agua.
Al escucharme me miró,
con una mirada cálida y me invitó a sentarme con él. Avancé decidida y me hice
un sitio a su lado. Nos quedamos callados, dejando que el agua refrescase unos
pies que se habían desprendido de los zapatos. El sol estaba en lo más alto,
las nubes a sus anchas, el cielo más que perfecto. Entonces comencé a pensar en
Noam, a darme cuenta de que había estado evadiendo todo lo relacionado con él.
Y evadiendo reconocer que le echaba de menos, era una sensación inútil, rara y que
me enfadaba. Porque a pesar de como él era: pasota, imbécil y aficionado a
dejarme sola. Echaba de menos su sonrisa, su forma de mirar y esos abrazos que
me daba. No sé si sería cuestión de tiempo el volver a verle, pero me daba
miedo, tenía miedo de que me hubiese olvidado. Olvidado mis besos o quizás mis
caricias. Miedo de que no me quisiese, que el estar tan enamorada fuese en
vano. No sé si lo habéis sentido alguna vez, es que como una especie de
tranquilidad que tienes en el cuerpo, es cuando te sientes tan segura de lo que
sientes por una persona que te daría igual dar la vuelta al mundo tan solo para
ver el brillo de sus ojos. Pero me perdía el sentimiento de querer abandonarme,
de tener ganas de salir corriendo de todo y echarme a sus brazos. Algo muy
lejano de mí, algo que aun sintiéndolo demasiado no podía ser en ese momento.
Quizás esté con otra chica, quizás no se acuerde de mí ni se pregunte dónde
estoy ni como estoy en este momento, quizás sea solo su capricho. Pero maldita
sea, sabe cómo conseguir que muera por él. Me asusté cuando unas gotas de agua
fría rociaron mi cara. Nico y yo llevábamos callados bastante tiempo. Al mirar
a Nico, que estaba con los ojos cerrados, me di cuenta de algo que venía
preguntándome desde hace unos días. ¿Por qué lo mío con Noam nunca iba bien?
Siempre pasaba algo, siempre el orgullo de uno de los dos ganaba a lo que
sentíamos el uno por el otro, una complicación tras otra, parecía que el mundo
se había propuesto molestarnos. Me quedé en blanco, pero para cuando comencé a
pensar de nuevo comprendí algo que debería de haber visto antes. Cada momento
en el que estaba con Noam me lo pasaba comparándole con Nico y era cierto, Noam
no era tan romántico o quizás tan detallista y desde aquel primer momento en el
que se fue yo me refugié en Nico. Sabía lo que sentía por Noam, un amor
profundo y seguro, al menos por mi parte, pero ya no era pleno, esa primera
confianza se había perdido. Nico en cambio nunca me había fallado y ese era el
hecho de lo mal que me iba con Noam, el hecho de que también sentía algo por
él. Y diréis que no se puede querer a dos personas a la vez, es cierto, pero si
se puede llegar a no sobrevivir sin ellas. Estaba enamorada de Noam, lo sabía,
estaba segura de ello.
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