Me quedé con su sonrisa de cal y esa pizca de luz que me hizo soñar de nuevo

El corazón tiene cuerdas que es mejor no hacer sonar. Charles Dickens.

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martes, 11 de octubre de 2011

Página 54. Vi en sus ojos una inmensa luz.

Apenas pegué ojo en las siguientes 3 horas, iba, venia pero nunca dejaba que el sueño me venciese, porque sabía que no me despertaría a tiempo. En cambio, Nico dormía como un niño pequeño, sin mover ninguna articulación. La cama me parecía más áspera y las horas eternas, cuando por fin pude mirar el reloj y ver que eran la 1 de la madrugada me levanté decidida. Sin hacer el más mínimo ruido saqué los pies fuera de la cama, me puse los zapatos y me vestí. Miré a Nico y sabía que no me iba a perdonar esto, que se enfadaría muchísimo conmigo, pero me entendería, sabía que lo haría. Cogí el móvil, lo metí en el bolsillo de los pantalones y salí de la habitación. Aquella noche, todo parecía más extremo, el silencio más silencio y la oscuridad más oscura. Cerré poco a poco, para no hacer ni el más mínimo ruido. Nico no podía despertarse. Salí del hostal sin ver a nadie, todos descansaban, cerrando la puerta de atrás me dirigí a esos sótanos de donde por suerte, saldría viva. Salí a la carretera y anduve durante unos 20 minutos antes de ver algo de civilización, cuando entré en la pequeña ciudad encendí el buscador de mi móvil, por suerte tenía un básico GPS que me diría donde estaba esa plaza vieja. Tras buscar la plaza me dirigí a ella, atravesé una ancha calle, que en silencio se hacía compañía de algunos transeúntes y la luz de las farolas. Había numerosos coches aparcados a cada lado de la calle y justo frente por frente una especie de gran palacio con una gran cúpula verdosa, que se alzaba como si se tratase de la reina de la calle. Árboles esparcidos a lo largo de la calle, unos desnudos y otros con numerosas hojas que nacían. Me crucé con varias personas, en silencio, tan solo nos dirigíamos una leve mirada y cada uno seguía con su vida, con sus problemas, es decir, con su camino. Cuando crucé por completo la calle, me dirigí a unos arcos que se encontraban por debajo de ese palacete. Los atravesé, rápida, con mucho miedo, cuando escuché unos pasos a mi espalda. Aceleré mis propios pasos y noté como los de mi seguidor también lo hacían, miré un poco de reojo a la pared de mi derecha y vi su sombra, era una persona, un hombre por la anchura de sus hombros, seguí andando, cuando noté que él iba a comenzar a correr me volví y nunca imaginé a quien me iba a encontrar justo detrás de mí.
Nico. Enfundado en una sudadera gris me había seguido desde el hostal, dejando a cada paso, que mi miedo aumentase escuchándolo a mi espalda. Me enfadé conmigo misma, esto no debía de haber pasado así, era una torpe, que ni siquiera era capaz de cerrar con cuidado una puerta sin despertar antes a Nico. No, no y no. Esto no tendría que estar ocurriendo de esta manera, yo iba a salvar a Caly, o al menos a intercambiarme con ella, porque sabía que mi vida les valía más que la suya, de hecho ese era el plan, que dejasen a mi familia, a mis amigos, a cambio de mí. No quería volver a ver a Nico delirar, ni a mi madre llorar por mi culpa, me iba a entregar, y solucionado. No más daños en mi vida.  Lo miré a sus ojos, pero no vi reproche, vi luz, si, vi en sus ojos una luz inmensa.
-Nico… - le susurré, frotándome los brazos.- tú no puedes estar aquí, vamos vete... si son enteran de que estás aquí… - le dije alarmada. Él en cambio dio un paso adelante, me rozo la mejilla con unas manos suaves y tranquilas.

-Prefiero arrepentirme de intentar salvarte que de perderte para siempre.

3 comentarios:

  1. diooss que frase mas bonita la ultimaaa me ha encantado y me ha llegado aiiiss me encantaa! esta genial el siguiente prontoo ejej =)

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  2. :) Me alegro mucho de que te guste ! Dentro de poco subiré la próxima página.
    Un beso!

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