10 minutos después Nico
salió del cuarto de baño, con unos pantalones vaqueros y una camiseta de media
manga celeste. Bajamos al bar y al parecer nadie escuchó todo lo que se había
montado arriba, allí sin embargo la tranquilidad reinaba. Pedimos unos filetes
con patatas y empezamos a comer. A mi plato le faltaban las patatas por lo que
cada vez que Nico miraba hacia otro lado le robaba alguna que otra de las
suyas. Y él miraba extrañado cuando se fijaba en que cada vez tenía menos. El
bar en si no era gran cosa, se notaba que llevaba años abierto y que había
pasado de generación en generación, no era algo que supiera por propia
imaginación, no. Si no porque la pared derecha de este sitio se veía invadida
por cientos de fotografías de una familia al parecer unida y feliz. Donde la
infancia que se retrataba en las primeras fotos, se convertía en fantasmas de
los recuerdos en las últimas fotografías. El techo era de madera, con grandes
vigas de esas donde los piratas se enzarzan a batallas, con ventanales inmensos
donde la princesa del cuento espera a su hombre, ojala la vida fuera tan fácil.
Una niña pequeña se acercó a nosotros, vestida de hada, con unos ojos profundos
y marrones se quedó mirando las patatas de Nico.
-¿Quieres una? - le
pregunté acercándole una patata. La niña la cogió, me sonrió y se fue
corriendo. Es increíble como una simple sonrisa algo sincera, es capaz de mover
continentes.
-Hoy a todo el mundo le
gustan mis patatas.- dijo Nico riéndose.
-Parece un angelito.-
contesté aun mirando a la niña que había vuelto con sus padres.
-¿Por qué?
-No sé, parece una niña
muy buena... - era una pregunta absurda.
-Ah y se supone que si es
buena es un angelito... - se inclinó hacia mí- pues que sepas que hay ángeles
que somos muy malos.
-¿Ah sí? ¿Y dónde tendría
el placer de conocerlos?- rompí en una carcajada.
-Lo tienes delante.
-¿Y cómo me lo
demuestras?
Nico se levantó, me cogió
de la mano y salió pitando del bar. Se colgó su chaqueta al hombro y se volvió
a mirar al tabernero haciéndole una señal con el ojo.
-¿Ves que malo soy? Me
voy sin pagar.
-Mentiroso, te he visto
hacerle señas a ese hombre
-¿Yo? Necesitas aumento
en esos pequeños ojos- me dijo dándome con el dedo en la frente. Y andando algo
más rápido que yo, que tuve que correr para alcanzarle.
-Eh espera, que no tengo
los ojos pequeños.
Salió corriendo cruzando
la carretera, parecía que el dolor se le había pasado. Yo le seguí. Cruzamos un
jardín precioso, lleno de flores y de parejas que sentadas en unos bancos daban
rienda suelta a su amor. Parejas que sí, me daban bastante envidia.
Si, es verdad que hay algunas faltas. Me pondré a corregirlas :) Gracias por el comentario.
ResponderEliminarBesos, me paso ahora mismo :)